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viernes, enero 01, 2016

Cuenta atrás.

A mí particularmente, me acongoja que los científicos descubrieran recientemente que Marte (que aún tiene agua) quedara como lo conocemos después de ser arrasado por una tormenta solar asesina. Marte es el cuarto planeta en distancia al Sol, La Tierra el tercero.  El hecho es que Marte no tenía una magnetosfera que lo protegiera de tan monstruosa erupción que a posteriori se convirtió en tal tormenta.  Pero en este universo todo está relacionado, y La Tierra forma parte de un complejo y sensible sistema dentro de La Vía Láctea, rodeada de una suerte de meteorología cósmica. ¿Qué significa esto? Esto significa que nuestro amado y a la vez torturado planeta depende de los cambios que se produzcan en la heliosfera, y ésta a su vez, de los cambios que se produzcan en las esferas magnéticas superiores que contienen en su interior al Sistema Solar y por ende, a La Tierra. Eso quiere decir, que un cambio en la polaridad de nuestra galaxia, va a desencadenar una serie de cambios en cadena cuyo objetivo final es la vuelta al equilibrio o estabilidad magnética. Por otro lado, los científicos saben que en el centro de La Vía Láctea hay un monstruoso agujero negro. Alrededor de éste nuestra galaxia gira.

 Recientemente, los investigadores han descubierto que además de las estrellas que orbitan íntimamente el agujero negro también hay una masa hipermegagigantesca de gas que lo orbita pero cada vez se acerca más. La imagen gráfica sería la de un sumidero que traga agua creando la peculiar turbulencia giratoria.
Pareciera una imagen inocua de un hecho natural del agujero negro que traga lo que atrae. Lo que los científicos han descubierto es algo horrible a escala astronómica, nunca mejor dicho. El día que esa masa ingente de gas, que ahora orbita y carga magnéticamente todos los sistemas orbitales del agujero negro, sea tragado definitivamente por el monstruo oscuro que es el corazón de La Vía Láctea, la energía que liberará será tal que que inundará toda la galaxia y partirá hacia el exterior de ella en cientos de años luz. Ese fenómeno ha sido estudiado por astrónomos en otras galaxias más lejanas y que por suerte no nos llega con la suficiente intensidad como para atravesar la magnetosfera creada por nuestra galaxia, la heliosfera y la geomagnetosfera. Y eso va a pasar en La Vía Láctea, según los investigadores más pronto que tarde. Puesto que los márgenes de tiempo que barajan son de siglos. El día que sea tragada la nube de gas habrá un colapso de las barreras magneticas por un breve lapso de tiempo -¿semanas, meses, años, ..., quién sabe?- que hará que todos los sistemas magnéticos de la galaxia se reajusten y busquen el equilibrio  automáticamente, entre ellas la heliosfera, creando una inefable tormenta magnética. Es decir, en ese momento el horror mortal vendrá del interior de nuestra galaxia. Los tan temidos rayos cósmicos venidos del profundo espacio exterior, y que hoy por hoy no atraviesan en toda su intensidad los escudos magneticos dispuestos en capas de cebolla desde la magnetosfera galáctica hasta la geomagnetosfera, serán leves brisas marinas comparadas con la ingente energía arrojada desde el interior de La Vía Láctea. Vivimos en una cuenta atrás, dentro del reloj de una bomba cósmica. Pero lo más gracioso, cómo si de una broma se tratara, es que eso no nos llegaría a liquidar completamente. Sería nuestro Sol, el que una vez nos diera la vida, el que nos la quitaría en ese lapso de desprotección magnética en una de sus mortales erupciones solares creadas por su búsqueda de estabilidad magnética.

Amable lector, no he querido asustarle con este artículo, sino llevarle a su entendimiento mi punto de vista de este poético, mi universo. Para regocijo y tranquilidad de usted, cuando lo arriba escrito pase, nuestras almas descansarán plácidamente en el infinito o quizás comencemos a volver a ser polvo de estrellas brillantes de tan hermoso universo.

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